Our ancestor Juan de Castilla and his wife Maria de Niebla were killed in the infamous Revolt of the…
Shared note | Our ancestor Juan de Castilla and his wife Maria de Niebla were killed in the infamous Revolt of the Tepehuan Indians in Papasquiaro, Durango in 1616. The contemporary reports from the priests and military officials document the Revolt and Juan de Castilla's death in Papasquiaro at the hands of the Indians. A second report also states that two of Juan de Castilla young daughters( including Gerónima de Castilla) were later rescued from the Indians. Here is an extract from the report: (Mostly Written in 1617) (Spanish) From Zambrano's Diccionario Bio-Bibliographico, vol. 3, pp 604-620 Page 604 Residencia de Guadiana: Rebelión de los Tepehuanes. Es la villa de Guadiana, o Durango, cabeza de la Nueva Vizcaya, en que residen el gobernador y oficiales reales, y en ella hay una casa de la Compañía cuyo superior lo es de los superiores y misioneros de Parras y Tepehuanes, y aunque las tresmisiones de Topia, San Andrés y Xiximes que caen a la otra parte de la sierra, vertientes al mar del sur, están sujetos con sus superiores al superior que visita las otras misiones de Sinaloa, fue fuerza haber reservado estas tres para este lugar por haber participado cuál más cuál menos de la inquietud causada de haberse conjurado la traición Tepehuana que ha puesto en aprietos a nuestros españoles, y en peligro toda esta nueva cristiandad, alterando con su mal ejemplo y persuasiones a otras naciones vecinas, a riesgo de haber sucedido como sucedió, uno de los más lastimosos alzamientos y conjuración que en las Indias se ha visto, porque demás de la muerte de muchos españoles y pérdida de sus haciendas, que, hasta ahora montará más de 400,000 pesos, han muerto a manos de estos Tepehuanes, ocho de nuestros padres y otros dos religiosos de San Francisco y Santo Domingo que andaban en aquella tierra, y murieron a sus manos con sacrílega crueldad, perdido el temor de Dios, apostatando de la fe, profanando y quemando sus templos y haciendo escarnio de las sagradas imágenes y de las vestiduras y ornamentos sacerdotales, adorando a un nuevo dios por sugestión y moción del demonio, que, por medio de un indio viejo hechicero de la misma nación y bautizado, aunque apóstata e idólatra, revolvió toda esta nación, fácil de suyo y belicosa, y la más difícil y renuente que ha habido en estas naciones para la institución de las buenas costumbres e instrucción de la doctrina evangélica.... Page 605 ...Este viejo, por la cuaresma pasada, después de haber corrido toda la tierra con un ídolo y entrado en los pueblos de Santiago y El Tunal, vecinos de la villa de Guadiana; hechas algunas diligencias por el gobernador don Gaspar de Alvear, caballero del hábito de Santiago y capitán general de este reino de la Nueva Vizcaya, y recibidos testigos del autor de esta novedad, fue castigado y azotado con otros indios que se hallaron más culpados; no pudiéndose averiguar ni entender cosa alguna perteneciente al levantamiento, mas de entenderse fue de alguna superstición de las que los indios suelen usar; mas después acá, aunque este indio viejo y los demás pretendieran dar color y pretexto de piedad a su idolatría, haciendo demostración de un crucifijo, diciendo que aquel era el que ellos daban a adorar (ardid y traza del demonio), mas el efecto y verdad ha mostrado, que los ganaba el mismo viejo hechicero, porque nuevamente introdujo la idolatría adorando él y haciendo adorar un ídolo en el puesto de Tenerapa, persuadiéndoles de sí mismo que era el dios de la tierra, hijo del sol, que es dios del cielo, y que ambos estaban ofendidos y enojados, de que habiendo señalado por tierra y patria a los españoles los reinos de España, sin su licencia hubiesen pasado a estas partes y apoderádose de sus tierras e introducido la ley evangélica, de que los quería librar; para cuyo efecto y desenojar a su dios, convenía pasar a cuchillo a todos los antiguos cristianos, principalmente a los sacerdotes que los doctrinaban y a los españoles; y que de no hacerlo así se les seguiría gran castigo de enfermedades, pestilencias y hambres; y de obedecerle, seguridad de sus vidas y victoria contra los españoles; y porque los que así lo hicieren, aunque muriesen en la demanda, resucitarían dentro de siete días después de alcanzada la victoria; y los viejos y viejas se volverían a su primera edad; y, acabados los españoles, primero los vecinos que eran pocos, y después los demás, impediría él como dios, el paso y navegación de nuevos españoles a estas tierras, causando tempestades en el mar y hundiendo los navios..... Page 608 .... El mismo día, Jueves 17 de Noviembre, mientras este estrago se hacia en Atotonilco, tuvieron diferente suerte les cercados en Guatimapé, a quienes tenían apretados otros parcialidades de indios con lanzas de brasil, flechas, haches, barretas, chusos y algunos arcabuces en una estancia donde se habían juntado los vecinos españoles, hasta cantidad de 30 hombres. Comenzaron su batería los indios hiriendo a seis de los españoles que estaban con arcabuces en el cercado y rompiendo una pared del corral, sacaron veinte yeguas ensilladas que tenían prevenidas los de dentro y ganaron la ?? y la destecharon y pusieron fuego. Nuestros españoles que tenían pocas armas, como no prevenidos ni advertidos de tamaña calamidad, por no perecer, iban con barretas abriendo paredes y pasando así de un aposento a otro: y, cuando no les restaba a donde más pasar, y pensaban de ser allí presos y cautivos, o la que era más cierto, muertos a manos de los Tepehuanes, fue tan favorable la divina Providencia, que al mismo punto, bien acaso, proveyó que cantidad de potros que venían por el camino real, levantasen tal polvareda que pareció a los enemigos ser gente que venia de Socorro, con que, al tiempo de hacer la presas y conseguir la victoria, el miedo los venció y puso en huida, y dio lugar a los cercados de que se pusiesen en salvo, como lo hicieron, sin que pereciese alguno, habiendo muerto antes a algunos de los enemigos. Mientras esto sucedía en los puestos arriba dichos, el mayor fervor de los Tepehuanes y de su conjuración era en el pueblo de Santiago Papasquiaro, donde residían el P. Bernardo de Cisneros y el P. Diego de Orozco de nuestra Compañía. Tuvo el P. Bernardo de Cimeros alguna luz, de la alianza que entre si trataban los Tepehuanes, y por repararla, si pudiese, previno al cacique y principal de los indios, llamado don Francisco Campos, y a otros dos, sus allegados que todos tres eran de confianza) para que entendiendo de los demás indios su designio, los redujesen a mejor y más considerada determinación. Ellos lo hicieron y fueron a un pueblo, cuatro leguas de Santiago, a rastrear lo que se temía, porque allí estaba el mayor golpe de aquel partido, Y llegados, echaron mano del cacique don Francisco, y, asotándolo de antemano, después lo mataron a él y a otro de los dos, porque se inclinaban a los padres y exhortaban a pax; y el tercero se escapó y pudo volver a dar el aviso. La noche antes que fuese el dicho don Francisco, hablan llegado dos cubiertos y arrebozados al teniente del alcalde mayor, avisándole que te guardase, porque los Tepehuanes trataban de alearse, y queriéndoles reconocer, se le desaparecieron. Con esto y con la muerte de don Francisco, aquel mismo día que fue martes 15 de Noviembre, dio orden el teniente a los capitanes, cómo los españoles y demás gente menuda con los padres, se recogieron con toda prisa en la iglesia, asegurando todos los que podrían peligrar, hombres y mujeres, con algunos indios amigos, porque ya había nueva que se hablan juntado 200 indies de a pie y de a caballo, para dar de improviso sobre los nuestros Vinieron pues, a nuestra iglesia y casa, y el miércoles 15 de Noviembre, ai amanecer, al mismo tiempo que los de Santa Catalina mataron al P. Hernando de Tovar, pusieron estos cerco a los padres y pañoles en la iglesia de Papasquiaro. Y aunque los enemigos corrían alrededor de la casa e iglesia para que nadie saliese y se escapase; con todo eso, hubo orden de los de dentro de dar aviso, pidiendo socorro al gobernador de Guadiana, que está 25 leguas de allí. Este aviso llegó el jueves 17 a las once del día, con que al punto e comenzó a disponer el Socorro, a que se puso más fervor cuando el mismo día por la tarde, llegó otra carta desmandada y sin firma, ni sobrescrito, que, entre otras palabras lastimosas decía: " Socorro, socorro, socorro, señor gobernador, que estamos a punto de muerte!!" Con esto el señor gobernador hizo con más diligencia cata de las armas y municiones y lo demás necesario; hizo abrir los almacenes reales y sacar de ellos pólvora, arcabuces, cotas y las demás armas que en ellos había, y armo 26 soldados que fueron en compañía del capitán Martín de Olivas. Este día que el capitán se disponía con su gente para salir de Durango los indios de Santiago hicieron muchos daños, robos, muertes y otras insolencias, que los Tepehuanes hacen en los caminos y haciendas, dando combates a los cercados y poniendo fuego por dos veces a las puertas de la iglesia en que estaba el Santísimo Sacramento , a vista de los padres y de los demás cercados de una ermita cerca de la iglesia sacaron una imagen de nuestra Señora, y la cargo uno a cuestas, dándole dos de ellos muchos azotes (argumento de que su osadía era en odio de la fe), con no poco dolor y sentimiento de los de dentro que no lo podían remediar, por ser pocos y mal armados y nada prevenidos. Sacaron también un crucifijo, de una casa y le hicieron pedazos en una esquina, y le arrastraron a la vista de los españoles, llamándole de ladrón, borracho y diciéndole otros mil oprobios. Y a la cruz que estaba en el cementerio de dicha iglesia, a forma de jugar lanzas y sortija, los de a caballo con lanzas y los padrinos que la justaban, hasta que la hicieron pedazos y a dos o tres indias, una Tepehuana y otra mexicana, que fueron las que entonces y después animaron a los indios al alzamiento, las Page 610 pusieron en las andas de las imágenes bárbara y sacrílegamente, ofreciéndole los despojos a manera de premios, como se suele hacer en las sortijas. Defendiéronse los cercados por todo el jueves y con los pocos arcabuces y munición que tenían, mataron a algunos de los enemigos, quedando también heridos de las flechas algunos españoles, hasta que el viernes 18 de Noviembre creció el impetu de los indios porque entonces llegaron a Santiago los de Santa Catalina, que habían hecho el lance en el P. Hernando de Tovar, y los de Atotonilco, con que eran casi 500 indios de a pie y de a caballo, con nuevos brios de destruir a los cercados, y visto que no podían rendirlos, primero quemaron todas las casas del pueblo, luego pusieron fuego a nuestra iglesia, y al tiempo que se iba quemando sin poderlo reparar los de dentro, un indio de los enemigos, llamado Pablo, criado que había sido de un español, a veces dijo que “ellos eran cristianos, y que para que los de dentro se escapasen vivos, les entregasen las armas, con que volverían a su amistad ofreciendo paz”. Esto era con traición y engaño, queriendo más haberlos a las manos para ejercitar su barbara crueldad, que no para que el fuego no les acabase. A esta vez, hubo diferencia entre los españoles acerca del modo de aceptar el partido; y tornóse la determinación de despacharles a los indios otro que les dijese que ellos no querían más que salir de allí y dejándoles sus tierras, venirse a la villa de Guadiana; lo cual, al punto harían, con que no les hiciesen mas daño. Los rebeldes respondieron, que saliesen en buena hora. Con esto pusieron en orden su salida, y porque tenían aún el Santísimo Sacramento en la iglesia y aunque le pudieran consumir, deslumbrados con las muestras de arrepentimiento del hecho que los indios supieron bien fingir, sacó el P. Diego de Orozco la custodia en las manos, y el teniente Juan de Castilla una imagen grande de la Virgen, saliendo los demás en orden de procesión Entonces los Tepehuanes de a pie, falsamente reconciliados, llegaban a la custodia e hincados de rodillas la adoraban, y besaban las manos de los padres, con que pensando los nuestros que el trato era sin ningún dolo, se iban asegurarse, instaron que por asegurarse los dieran los arcabuces, pues no podían ellos usarlos por no tener munición. Visto ya el manifiesto riesgo, aunque de fuerza, se las entregaron, juzgando ser lo más seguro, hacer como dicen, de ladrones, fieles. Quedaba un capitán con la espada en la cinta y llegó un indio y se la quitó. Llegando a medio del cementerio, el P. Orozco, con blandas y amorosos razones les dijo que advirtiesen que aquel Señor que allí estaba los había creado y redimido, y que si no llevaban adelante el arrepentimiento de lo hecho, había de tomar de ellos venganza por aquel agravio e injuria que recibían sus cristianos. Le dijeron que mentía, que nuestro Dios no hablaba como el suyo que les había dicho aquel día que todos los cristianos habían de morir. Y permitiéndolo a nuestro Señor para que constase que los mataban en aborrecimiento de nuestra religión, al punto embistieron con la custodia y Sant sino Cuerpo de nuestro Redentor, y se la quitaron al padre y dieron con ella en la pared, y al tremendo sacramento le acosaron y pisaron, haciéndole muy menudos pedazos en el suelo y diciéndole horrendas blasfemias, hicieron pedazos la imagen de la Virgen Santísima, como lo habían hecho con la otra de bulto. Mataron a los dos padres, Bernardo de Cisneros y Diego de Orozco cruelmente y a todos los demás españoles y gente que con ellos habían salido, hombres y mujeres y antes que matasen al P. Orozco, lo trajeron en alto ocho indios, diciéndole por escarnio: "Dominus vobíscum". Y respondían otros: "Et cum spiritu tuo”, y otras palabras de la misa, y tirándole una flecha, le pasaron la espalda de una parte a otra. Testigos oculares declaran que, habiendo los enemigos sacado de la iglesia a los dos padres, dieron una lanzada y un macanaro al P. Cisneros, de lo cual y otros golpes murió, y que luego tres indios acometieron al P. Diego de Orozco, y mientras los dos to tenían por los brazos en forma de cruz, el tercero, por medio de una hacha, le abrió por medio del cuerpo de arriba a abajo; y el padre decía cuando le tenían asido y antes que le diesen el primer golpe: "Haced, hijos míos de mi, lo que quisiereis, que por mi Dios muero". Y al tiempo que decía estas palabras le dieron el primer golpe y el alma a su Creador en suavísimo holocausto. Quedaron escondidos en un confesonarlo tres hombres españoles y tres niños, que por haberse después embriagado los indios con cantidad de vinos que robaron de una recua, pudieron salirse a media noche, y de ellos, unos aportaron a La Sauceda y otros a la villa de Guadiana viniendo por sierras y quebradas y sirviendo de guía a los demás los dos niños más pequeños El mismo día viernes que sucedía esta lastimosa tragedia en Santiago, salía de Guadiana el capitán Martin de Olivas con la gente de socorro para dárselo a los cerrados; mas habiendo pasado de La Sauceda que está a ocho leguas de Guadiana, tuvo aviso de los derrotados, del estrago hecho, con que se volvió a la estancia de La Sauceda, . Apenas hubo entrado Olivas en La Sauceda que dio sobre ella un ejército de enemigos. Salió algunas veces y tuvo algunas escaramuzas con ellos, a vista de su puesto, unas veces a pie y otras a caballo con advertencia de no alejarse en seguimiento de los enemigos, por que animo y ardid era sacar a les soldados españoles al monte, para poder desde allí, más a su salvo, destruirlos. Hizo pues su siento en La Sauceda el capitán, por tener mejor aparejo de casa y de bastimentos necesarios, así .... Page 618 ....Con esto y con los cuatro cuerpos de nuestros padres, volvió el gobernador por Santa Catalina, y en llegando allá, se fue por dos partes a buscar al enemigo, por una parte Cristóbal de Ontiveros con algunos españoles e indios amigos; por otra el capitán Montaño con su gente; mas aunque a Montano le salieron 80 indios y a Ontiveros más de ciento, todos huyeron sin osarles esperar, aplazando a nuestros capitanes para verse en Santiago Papasquiaro, aunque tampoco allá parecieron. Buscóse el cuerpo del P. Hernando de Tovar y no se pudo hallar más de una canilla, que no se sabe si es suya; hallóse también una petaquilla con algunos papeles y ornamentos, hechos pedazos. Saliendo de allí para Atotonilco, salieron los enemigos al encuentro y con ellos un mestizo llamado Mateo de Canelas y otros de los criados mas prácticos de los españoles, que han dañado mucho en haberse ido y aun capitaneado los enemigos: murieron trece de ellos a los primeros encuentros, y entre los muertos el uno fue el capitán Pablo a quien todos los que allí salieron reconocían, y como conocieron la victoria y no haber hecho daño alguno a los de nuestra parte, se fueron en huida. Quitáronseles algunos arcabuces, caballos y mulas. Este Pablo que aquí murió es aquel que con perversa traición y malicia persuadió a los padres Orozco y Cisneros y a los demás que estaban encerrados en la iglesia de Santiago Papasquiaro, con falsa paz, a que saliesen, a hacer el alevoso hecho que hicieron de matarlos. De éstos se prendió a un indio a quien se dio tormento y declaró que todo el bagaje de los enemigos y las indias sus mujeres y la demás gente menuda, estaba en Tenerapa al abrigo y amparo de su falso dios, que allí había dado principio a su adoración. Llamó el gobernador a consejo por si sería acertado ir aquella noche a dar albaxo a los de Tenerapa, que estaban diez leguas de allí, donde se entendía que se habían acogido también los vencidos. Ofreciéronse razones de dificultad a este intento por haber caminado mucha gente aquel día cinco leguas y por haber de allí a los enemigos, otras diez; mas el buen ánimo del gobernador, capitanes y soldados, venció estas y otras dificultades, con que a las siete de la noche salió el gobernador con 50 soldados españoles y 60 indios amigos, llevando consigo al capitán Juan de Gordejuela y dejando la demás gente en guarda dei bagaje; llegaron a la vista de Tenerapa la misma noche al amanecer, y antes de llegar, tanto como un tiro de arcabuz, divisó a les nuestros un indio que andaba recogiendo la caballada de los enemigos, y a grandes voces dio aviso de la llegada de los españoles que acometieron con nuevo ánimo y los indios desampararon el puesto y se pusieron en huida y con ellos el dicho Mateo Canelas y otro indio llamado Cogoxito (cuyo yerno había sido uno de los muertos en la refriega del día antes), todos estos se habían adelantado aquella misma noche a Tenerapa recelosos del hecho que hicieron y asalto con que los españoles les acometieron, y los más principales de ellos se llevaron consigo sus mujeres; y aunque todos procuraron huir, todavía fueron muertos en este albazo, 30; y se prendieron hasta 220 personas, mujeres y niños, sacándose dos niñas españolas, hijas del teniente de Santiago, llamado Juan de Castilla que murió en Papasquiaro, con los padres; también Page 620 se sacaron cinco mulatas y otra gente de la nuestra que los enemigos tenían a su servicio. Hizo el gobernador ahorcar algunas viejas, que habían sido parte en las alteraciones de los indios, y, entre ellas a aquellas dos indias Tepehuana y mexicana, que en Santiago fueron puestas en las andas de los santos al correr de la sortija en la cruz Cogiéronseles algunos arcabuces, cotas, cueros y otras cosas que pillaron los soldados de más de 1500 pesos de valor; sacáronse más de 150 cabalgaduras, yeguas y mulas, con que prosiguió el gobernador su camino hacia Santiago, y andadas cinco leguas, dio aviso para que viniese el bagaje y resto de Is gente, habiendo sucedido este asalto lunes 3 de Febrero de 1617; yd martes 14 llegó el por una parte y el bagaje por otra a Santiago, dando gracias a nuestro Señor por el buen suceso. Aquí se hallaron los huesos de los difuntos, como si hubiera muchos años que hubieran fenecido; dióseles a ellos y a los de Atotonilco, sepultura, sin poder ser conocida persona alguna, ni hallarse otra cosa que huesos de muertos, y la iglesia y casa de nuestra Compañía toda quemada. Salió el gobernador don Gaspar de Alvear con su gente y prisioneros en demanda de La Sauceda, y tres leguas antes de llegar a ella en el paraje que llaman de Los Pinos, encontró al capitán Sebastián de Oyarzábal que venía en su ayuda con 44 soldados, despachados por el general Francisco de Urdiñola; y al capitán Hernando Díaz con otra compañía de soldados y 200 indios amigos de los de La Laguna, con que nuestro ejército se iba engrosando para el castigo de los bárbaros, que hasta este puesto, aunque en las mis ocasiones han huido, quedaban de ellos ahorcados y muertos casi 250, y otras tantas personas de la gente menuda en prisión, con que llegó el gobernador a vista de Guadiana, donde entregó los cuerpos de los cuatro padres en nuestra casa de Guadiana para que se les diese la debida sepultura, como después se dirá. pp 604-620 of Diccionario bio-bibliográfico de la Compañía de Jesús en México Tomo 3 by Zambrano, Francisco, 1888-; Gutiérrez Casillas, José Publication date 1961 Vol. 3 published by Buena Prensa |
Last change | March 3, 2020 – 19:53:19 by: Tom McCabe |
Given names | Surname | Sosa | Birth | Place | Death | Age | Place | Last change | ||||||||
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Gerónima de CASTILLA Gerónima de Castilla y Paraza | about 1609 | 415 | 10 | before 1696 | 328 | 87 | July 13, 2020 - 3:37:53 a.m. | F | YES | YES | ||||||
Capitan Juan de CASTILLA | 1 | 1616 | 408 | Santiago Papasquiaro, Durango, Mexico | March 4, 2020 - 1:53:23 a.m. | M | YES | YES | R | |||||||
Maria de NIEBLA | 1 | 1616 | 408 | Santiago Papasquiaro, Durango, Mexico | December 19, 2018 - 7:12:11 p.m. | F | YES | YES |